Hubo un tiempo en el que me engañaba a mi misma y decía que veía Gran Hermano por los estilismos de Mercedes Milà. En parte era verdad. Adoraba su bisutería, zapatos, faldas de tubo, americanas de mil formas y camisas masculinas.
Pero, al final, me acababa enganchando y viendo cada jueves hasta las tantas el programa y el domingo con El debate más de lo mismo. Vamos, un hacer desufrir a mi madre constante, cada jueves y domingo preguntándose dónde había ido a parar todo el dinero que habían invertido en mis estudios. Ironías de la vida.
La cuestión, que siempre me desvío. Debido a la expectación estilistica, la presentadora y la responsable de su vestuario comenzaron a invertarse una excusa temática cada año en la que dedicar los looks. No lo hacían nada mal, la verdad.
Interpretación de trajes regionales.
Frutas y verduras.
Chalecos, chalequitos y chalecazos.
Y ha llegado el 2010, año que da homenaje a los disfraces.
De verdad, no puedo llegar a entender que con el genio que tiene la presentadora, se deje poner éstos disfraces de mercadillo -con todos mis respetos hacia los nuevos diseñadores-. Las telas sobre todo, dejan mucho que desear. Pero es que los colores, cortes y accesorios no pueden ser posibles. Eso sí, no hay mal que por bien no venga, ésta edición no me he enganchado. Aún así, y por el bien del estilismo mundial solo me queda gritar: ¡Mercedes, imponte!
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